Caminaba, una vez, un pobre hombre, por un bosque oscuro, tenebroso sin saber muy bien ni como ni a donde ir. Su camino era como un laberinto, no sabía muy bien donde girar, a donde mirar, en que dirección pasear. Alguna vez levantaba la cabezar, pero no era capaz de dislumbrar mucho más allá de sus propios pasos.
Un día, sin saber como ni porqué, sus ojos se cegaron, por una lúz brillante y pontente, al principio estaba un poco a la espectativa, no podía entender que era aquello. Poco a poco se fue acercando, temeroso pero con paso firme, poco a poco descubrio, que de aquella lúz, salian olores maravillosos, colores que nunca penso que exisiteran, sonidos que eran un regalo para sus oidos. Poco a poco esa lúz, fue dandole más y más cosas, esa lúz tenía un sabor, que núnca había probado, dificil de explicar, pero que cada vez, que su boca probaba los regalos que ella le daba, su cuerpo se estremecia y su cara se tornaba en alegría.
Desde entonces, ese pobre hombre, es feliz.
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